Monday, March 21, 2011

Relato multimedia

Primer paso: Pulsa play



Segundo paso: Comienza a leer.

Mario salía a correr casi todos los días. No siempre a la misma hora, sino cuando encontraba la oportunidad. Se ataba fuerte las zapatillas, se ponía su pantalón corto y según el tiempo que hiciera, se cubría con una chaqueta polar técnica que le mantenía seco. Siempre llevaba en el bolsillo derecho un reproductor de música, y todos las noches antes de acostarse pensaba en qué disco escucharía al día siguiente mientras corría. No le gustaba la música ruidosa que ponían en los gimnasios destinada a elevar el ánimo y subir tus pulsaciones de forma artificial. Él prefería música fresca y sencilla y con el paso de los años y los kilómetros se había llegado a hacer un pequeño experto en música indie española. Es por esto que aquella mañana, cuando descargó de youtube la canción en la que colaboraban Christina Rosenvinge y el grupo revelación Vetusta Morla, cuyo disco había escuchado docenas de veces en docenas de salidas en días de frío y calor, pensó que aquella iba a ser un jornada de footing muy agradable. Y excepto por un detalle que resultó ser muy importante, lo fue.

Era la primera hora del sábado. Estiró los músculos de las piernas apoyado en la pared de su casa. Flexionó las rodillas y el leve chasquido que emitieron le recordó que ya no era un jovencito, sino un hombre en buena forma con las articulaciones quizá un poco demasiado castigadas. Ya sabía que sería mejor para él correr sobre tierra en vez de asfalto, pero no había mucho que pudiera hacer; uno vivía donde vivía. Accionó el reproductor y comenzó a dar zancadas tratando de acompasar su respiración. Tardaría aún un kilómetro al menos en comenzar a transpirar, lo suficiente para que terminara la primera canción.

Todo el mundo le preguntaba en qué pensaba mientras corría, y se sorprendían cuando Mario les respondía que en realidad no pensaba en nada. Por supuesto algunos pensamientos cruzaban su mente mientras hacía avanzar sus pasos, pero por regla general eran fugaces e inconexos, como sonidos que vienen y se van. Para Mario era muy agradable pasar tres cuartos de hora sin pensar en nada. Sin pensar en su trabajo o su mujer o las invitaciones a las cenas de los amigos. Durante ese tiempo sólo corría, y consideraba un lujo, en medio de esta vida estresada e intensa, poder dedicarse a una sola actividad al mismo tiempo. Correr y nada más. Luego una ducha y sentir los músculos cansados por el esfuerzo.

Llevaba cerca de treinta minutos corriendo cuando comenzó a sonar la canción que se había descargado el día anterior y de la que ya hemos hablado, “Chicago”, de Christina Rosenvinge y Vetusta Morla. La misma canción que tú estás escuchando ahora mismo mientras lees estas líneas. Cuando el dolor intenso en el pecho le sobrevino y le hizo detenerse primero y después hincar la rodilla en el suelo, estaba en sus primeros compases y la dulce voz de Chrisitina comenzaba a cantar sus primeras frases. Cayó al suelo y se quedó allí tumbado consciente de cual sería el fatal desenlace si, como estaba ocurriendo, se encontraba imposibilitado de llamar a una ambulancia. Mario se quedó inmóvil en un extraño estado de dolor y serenidad, y pensó que esa canción que se descargó el día anterior titulada Chicago, sería la última que escuchara en su vida, y que quizá no llegara siquiera a escucharla entera. Su último pensamiento, o el último que llego a recordar al menos, fue que aquella era una buena canción para morir. No mucho después, la canción terminó, pero él ya no estaba allí.

Y ahora vamos contigo. Aún te queda media canción por escuchar. Pero ahora sabes más que antes. Ahora sabes que todos los hombre mueren y todas las canciones se acaban. Mario no puede moverse mientras la canción termina, pero él esta ya muerto. Y tú, ¿cual es tu excusa?


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