Tuesday, May 19, 2009

La conversación

- Bueno chico, cuéntame tu historia.

- ¿Qué te hace pensar que tengo una historia que contar?

- Hasta el más mísero e insignificante de los hombres tiene una historia que contar.

- ¿Qué te hace pensar que te la querría contar a ti?

- ¿Ves a alguien más por aquí?

- Es por una mujer.

- Siempre es por una mujer.

- Yo la quería.

- ¿Y ella a ti?

- Sí.

- Entonces, ¿cuál era el problema?

- No lo sé. Quizá no saber cual era el problema era el problema.

- Quizá.

- ¿Crees que me serviría de algo saber en qué falló?

- A lo mejor para la siguiente vez.

- ¿Y para ésta?

- Ésta ha terminado.

- Lo sé.

- Pero no lo aceptas.

- No.

- ¿Por qué?

- Me gusta pensar que todavía queda esperanza.

- La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena.

- El solo pensar que aun no está perdida es lo único que me sostiene.

- ¿Qué te hace pensar que no está perdida?

- Ella aun me quiere.

- Y tú, ¿la quieres a ella?

- Demasiado.

- No se puede querer demasiado.

- Claro que se puede. Se puede querer demasiado poco.

- Pero no es tu caso.

- No.

- Ni el de ella.

- No.

- No veo el problema entonces.

- Yo tampoco.

- Podrías hablar con ella.

- ¿Crees que no lo he intentado?

- No lo habrás intentado todo.

- ¿Por qué lo dices?

- Si lo hubieras intentado todo, no tendrías ya esperanza.

- Es cierto.

- Sé que lo es.

- Ella no quiere hablar conmigo.

- ¿Por?

- Dice que necesita tiempo.

- ¿Tiempo para qué?

- Creo que para pensar.

- Pensar es lo contrario a sentir. Cuando uno piensa, no siente. Pensar es tratar de sentir con la cabeza.

- Ella cree necesitarlo.

- Quizá te de esté dando tiempo a ti.

- ¿Para qué?

- Para sentir.

- Ya lo siento.

- ¿Se lo has dicho?

- No.

- ¿Por?

- Tengo miedo.

- ¿De que ella no sienta igual que tú?

- Exacto.

- Pero has dicho que aun te quiere.

- Sí.

- No lo comprendo.

- Puede quererme y aun así preferir que esté lejos de ella.

- Si supieras que ella quiere estar lejos de ti, ¿la dejarías alejarse?

- Supongo que sí.

- ¿Por qué?

- ¿Qué remedio me queda?

- Puedes quedarte a su lado aunque a ella no le guste.

- No quiero hacer eso.

- ¿Por?

- A veces puedes querer a alguien tanto que desees que esté bien aunque sea sin ti.

- ¿Puedes?

- Claro que puedes.

- ¿Quieres?

- Si ella quiere estar sin mí, quizá sea lo mejor.

- ¿Te haría eso feliz?

- ¿Qué ella estuviera mejor sin mí?

- Sí.

- Sí.

- ¿Podrías aceptarlo?

- No lo sé. Quizá me destruiría.

- ¿Cambiarías tu destrucción por su felicidad?

- Desde luego.

- La quieres más que a ti mismo.

- Mucho más.

- Quizá ese era el problema.

- ¿Tú crees?

- Quizá esperas que alguien te quiera lo que tú no eres capaz de quererte.

- Es difícil quererse uno mismo.

- ¿Por qué?

- Nos conocemos demasiado a nosotros mismos. Sabemos todos nuestros defectos.

- ¿Conocías los defectos de ella?

- Sí.

- ¿Y la querías a pesar de ellos?

- La quería por ellos.

- ¿Por qué?

- Son los defectos lo que nos hace humanos. Si puedes querer a alguien por sus defectos, podrás quererle para siempre.

- ¿Tú la quieres para siempre?

- Sí.

- ¿Aunque eso implique que no esté a tu lado?

- Si tiene que ser así, que así sea.

- Ya tienes tomada la decisión.

- La tengo tomada.

- Pero sigues sufriendo.

- Sí.

- ¿Por qué?

- Sufro para que ella no lo haga.

- Ella también sufre.

- Se sobrepondrá. Es una mujer fuerte.

- ¿Y tú? ¿Eres un hombre fuerte?

- No sin ella.

- ¿Qué te queda, entonces?

- Todo lo que vivimos juntos.

- ¿Podrás vivir con ello?

- Gracias a ello.

- Eso es lo que has ganado.

- No pienso en lo que he ganado.

- ¿En qué piensas?

- En todo lo que perderé.

- No puedes perder lo que nunca has tenido.

- Claro que sí. Pierdo cada noche que no paso a su lado.

- Si tú pierdes, ¿ella gana?

- Nadie gana nunca.

- Entonces todos pierden.

- Supongo.

- ¿Qué es lo que más echas de menos?

- Sus sonrisas.

- ¿Sus sonrisas?

- Sí. Cómo sonreía al verme y lo especial que me hacían sentir.

- Ahora harán sentir especiales a otros.

- Es posible.

- Entonces no se han perdido.

- Para mí sí.

- Unos pierden, otros ganan.

- Para que unos ganen, otros tienen que perder.

- Tú pierdes.

- A ella.

- Llámala y díselo.

- ¿El que?

- Que para que ella gane, tú estas dispuesto a perder.

- Quizá lo haga.

- ¿Cuándo?

- Cuando reúna el valor.

- ¿Cuándo será eso?

- Puede que nunca.

- Sería una pena.

- ¿Por qué?

- Porque entonces nunca lo sabrías.

- ¿El qué?

- Si ella siente lo mismo que tú.

- Tienes razón. Voy a llamarla.

- ¿Ahora?

- Antes de que cambie de opinión.

- ¿Ella o tú?

- Ambos. ¿Me esperarás?

- Esperaré.

- ...

- ...

- ...

- Ya he hablado con ella.

- ¿Y?

- Ha sido raro.

- ¿Lo ha sido?

- Era como hablar conmigo mismo.

- ¿Contigo mismo?

- Ella tenía mis mismas dudas y mis mismos miedos.

- ¿Acaso no los tenemos todos?

- Eso parece. Hemos quedado para hablar.

- Me alegro.

- Yo también. ¿Crees que saldrá bien?

- No puedo saberlo.

- ¿Pero lo deseas?

- Lo deseo.

- ¿Por mí?

- Por ti.

- Gracias.

- De nada.

- Aun no me has dicho tu nombre.

- Tú tampoco el tuyo.

- Es verdad.

- ¿Crees que ahora tiene importancia?

- Supongo que ya no.

- Eso es.

- Eso es.

©Santiago Pajares. 19 de Mayo de 2009.

No comments:

Post a Comment